No se en qué momento del concierto de Snuff nos propusieron un viaje de locura y casi sin preparativos a Zarautz, donde apenas 6 días después se celebraba el VIII Defenestre Fest
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. Desconozco también en qué momento aceptamos la invitación, pero es sin duda una de las mejores decisiones que he tomado en los últimos tiempos.
Mi primera vez en este festival ha creado en mí una total convicción de que no será la última. El cartel estaba lleno de nombres que suelen resultar tan solo familiares, y con el tiempo tan ajustado no pude siquiera dar un repaso a las bandas que lo componían. Casi mejor así, más sorpresas.
Y con el mismo tiempo ajustado nos presentamos en Putzuzulo, donde nos recibió un importante encuentro de distris y merch de bandas que complementarían mi ruína económica. Pero eso fue más tarde, y en el doble escenario de esta fábrica zarauztarra ya nos habíamos perdido, para nuestra desgracia, el show del trío bilbaíno Motorastola, y eran Fly Shit, cuatro veteranos del hardcore de Bergara, los que en ese momento deleitaban al respetable. Me recordaron muy gratamente a los míticos BAP! -de los que, si no me equivoco, hicieron una versión- y a todo lo que ello conlleva (RKL, Bad Brains, etc…). Maravilloso espectáculo para abrir boca de lo que se nos venía encima.

En el otro escenario ya estaban preparadas Heksa. La banda noruega-madrileña lleva por sello una sonrisa enorme, que complementa a la perfección con su particular manera de entender el punk rock melódico. Hicieron un concierto genial, en el que presentaron algunas de sus nuevas composiciones y otras más antiguas, entre las que no faltaron «Resiliencia«, «Trash/Treasure« o «Sal de tí«, por resumir su repertorio en tres idiomas. Y, de vuelta al escenario bajo, Anunnaki Revenge ya tenían su maquinaria de avasallar preparada para la acción. Una banda veterana también, pero que ha sido menos fructífera y más intermitente de lo que nos gustaría. Una pena, porque consiguieron mover al público a ritmo de salvajismo entre el hardcore y el crust finísimamente ejecutado.

Y otra vez dimos media vuelta para ver cómo Mármol ratificaban que son una de las bandas de punk del momento. El trío bilbaíno se autodefine como «Pop para punks, punk para modernxs» y, a pesar de trabajar en los límites de la sencillez, su directo es arrollador. Buena prueba de ello fueron «Caretas«, «Puñales» o «Legañas«, tan sólo tres de los múltiples himnos que aún resuenan en nuestros oídos. El hambre apremiaba y fuimos a por uno de esos bocadillos hechos de algo indescriptible -siempre lejos de la crueldad contra los animales-, pero que a cierta hora sabe a gloria. Entretanto anduvimos entrando y saliendo de los conciertos, rascándonos los bolsillos entre cerveza y vinilos, mientras Traidor (desde Valencia) ponía los ritmos pesados a la tiniebla de oscuridad, Neila (desde Bilbao) desplegaban su atmósfera entre distorsión y gritos guturales y Cruz devolvían la locura al público, que no paraba de bailar en las primeras filas, poseído por el ritmo salvaje de la banda barcelonesa.

Ya solo quedaban dos conciertos, y ambos fueron una muestra sublime de lo que significa ser una apisonadora musical. El primer ejempo fueron Bombardement, quinteto d-beat de Burdeos a la que, sin duda, el nombre hace justicia. Nada de descansos, nada de respirar… solo caña y más caña. Un blitzkrieg de canciones a base de delays, mucha distorsión y dosis altas de rabia encauzada. Impresionante.
Siempre he tenido mis dudas de que una banda a la que se califica como de post-rock pueda ser un broche perfecto, hasta que vi a Rukula. Jugaban prácticamente como locales, pero sin ningún complejo y con mucho descaro hicieron moverse, a buen seguro, hasta al vecindario que a esas horas dormía. Una «ensalada bailonga» con la que los de Usurbil se llevaron el premio de banda más ovacionada de la noche, y creedme si os digo que nada tenía que ver con las horas ni el estado de embriaguez de la gente.
Euskal Herria siempre abre los brazos y enamora con su trato, pero con este tipo de iniciativas, si cabe, guarda un as en la manga de lo que es desconocido pero acaba siendo encantador para la gente foránea (aunque sea nuestra segunda casa). Larga vida al Defenestre Fest.