La primera vez que di con el nombre «Stranger Things» fue este verano tratando de buscar en You Tube el último tema de NoFx. Recuerdo que huía desesperadamente de los vídeos promocionales que salían por defecto al clicklar en cada vídeo. Netflix, Netflix y Netflix, incesantemente. Parecía que se habían gastado todo el dinero en promoción y que, además, estaba funcionando a la perfección, pues mi tablón de Facebook comenzaba a llenarse poco a poco de esa tipografía tan sugerente como inquietante bajo el nombre de «Stranger Things». Y así se fueron sucediendo los días, con un bombardeo de imágenes, vídeos y referencias a la serie de una manera terriblemente despiadada. Hasta que sucumbí, y de qué forma.
«Stranger Things» me cautivó desde el primer capítulo con una fuerza irreversible que me impulsó a devorar la primera temporada (que consta de hasta 8 capítulos) en tan solo 24 horas. Obviamente era verano y la falta de rutina, así como el calor insoportable de Valencia contribuyeron a mi exilio seriéfilo por un día, pero algo de especial tenían sus capítulos que convertía a «Stranger Things» en un fenómeno totalmente diferente al resto de las series blockbuster a las que estamos acostumbrados a ver. Y de eso precisamente vengo a hablar aquí, del porqué del éxito masivo de esta serie que para muchos ha sido la sorpresa más grande del verano.
Comenzaré hablando de uno de los puntos más fuertes de la serie y que está en boca de todas las revistas y webs cinéfilas del país, me refiero a la época en la que está ambientada la serie (ojo, no encontrarás spoilers aquí). «Stranger Things» regresa hasta los años 80, hasta una época en la que todo era posible y a la vez grandioso. La fotografía, los colores que vemos en pantalla y el aire que se respira desde el minuto uno nos remite claramente a esa década extravagante, vistosa y cargada de booms que muchos no hemos vivido. Y este es uno de los principales secretos de «Stranger Things»: conquista con su atmósfera ochentera a toda una generación que no ha vivido esta época y que le transporta instantáneamente a unos años en los que todo era, por convención cultural mejor (solo hay que pensar en la tendencia generalizada del ser humano a echar la vista atrás y pensar que todo era del color rosa) y por otro lado, permite a la generación que sí ha vivido o bien se ha criado en los 80 volver a la infancia, a la juventud, o, simplemente, llenar de felicidad sus recuerdos al remitir a este perfil de espectador a películas como «E.T. El extraterreste», «La Cosa» o «Los Goonies». Incluso podemos llegar a escuchar el eco de las películas de Spielberg o las novelas de Stephen King, algo que ya intentó J.J. Abrams en «Super 8» y que no consiguió. Le siguen un sinfín de guiños literarios, cinematográficos y culturales que podríamos enumerar hasta decir basta pero que nos ocuparía gran parte de este artículo por lo que invito a todo el mundo aunque sencillamente se aventure a verla y descubra por sí mismo los misterios que aguardan «Al otro lado».
Aparte de esta atmósfera tan idílica y particular, ¿qué más tiene «Stranger Thigs» para que no queramos despegarnos del sofá y seguir viendo un capítulo tras otro?
El casting es otra de las grandes claves. Clásicos noventeros como Winona Ryder (quien protagoniza la que es para mí una de las escenas más emblemáticas en el mundo seriéfilo hasta la fecha) o clásicos actores del blockbuster como David Harbour (el jefe de policia) y Matthew Modine (ese científico del que todavía queda mucho por descubrir) forman una sólida base para la trama, pero aquí quien pone la guinda son esos 4 niños que han enamorado a todo el planeta, ¿o no?. Hablamos de Finn Wolfhard, Gaten Mattarazzo, Caleb McLaughilin y la tan encantadora como misteriosa Millie Brown (Mike, Dustin, Lucas y Eleven respectivamente). Sencillamente espectacular la actuación de estos 4 chicos que a mí personalmente me ha remitido a la mejor etapa de mi infancia en la cuál corría pueblo arriba y pueblo abajo con la bici a cuestas y con una pandilla de amigos que parecía inseparable, ¡como en la serie eh!
Nosotros, como espectadores, somos ellos, los verdaderos protagonistas y héroes de esta trama, resolviendo el conflicto que se nos presenta a su lado podemos entender sus miedos, sus preocupaciones y los lazos que los unen pese a la escasa edad que tienen. Para mí uno de los platos fuertes, y es que aún utilizando el guion una fórmula clásica para trabajar entorno a esta experiencia aventurística consigue que muchos espectadores que nos habíamos alejado, o bien por edad o por gustos, de las novelas y películas de aventuras más clásicas recordemos la emoción que se siente frente a un reto tan grande y misterioso como al que se enfrentan nuestros amados actores. A mí me devolvió por unas horas a la infancia y no solo eso, sino que hizo que despertase en mí el niño que un día sufría hasta el final con esta clase de películas y que luchaba con los protagonistas hasta la extenuación por salir indemne e ileso de una peripecia digna de recordar. Ya no recordaba lo que era sentirme así, y eso es para mí lo que más disfruté de «Stranger Things».
Pero aquí no terminan los mejores ingredientes de esta serie. Y es que ¿a quién no le provoca morbo lo paranormal y misterioso?
La ciencia ficción y el suspense giran entorno a la cinta de principio a fin y eso hace que algo por dentro «se nos mueva» y nos impulse a seguir viendo más, avanzando en nuestra labor de detectives de lo anormal, de lo extraño y lo «poltergeist» episodio tras episodio. «¿Da miedo?» me preguntaba un amigo. Bien es cierto que tiene su punto de «mal rollito» y que hasta en ocasiones consigue que se te pongan los pelos de punta (al menos a mí, que soy un miedica para estas cosas), pero a la vez no puedes dejar de verla, tú mismo te niegas a cerrar los ojos, y al mismo tiempo te muerdes los labios como resistiendo el suspense que por momentos parece a punto de explotar.
Si todo esto no fuesen motivos de sobra para la inmediata adicción a «Stranger Things» y aprovechando que esto es un blog de música, principalmente,destaco necesariamente una banda sonora que contrasta a la perfección con el ambiente visto en pantalla y que además, refuerza ese viaje a los 80 impecablemente. The Clash con su «Should I Stay Or Should I Go» hacen que te vuele la cabeza, y es que solo de escribirlo ya me vienen a la mente una sucesión extensa de momentos inolvidables y para enmarcar de los últimos capítulos.
Los productores conocen los momentos de vulnerabilidad del espectador a la perfección y utilizan esto con maestría para manejarnos a su antojo y tenernos comiendo de la palma de su mano.
La electrónica es un punto fuerte para introducir escenas muy peculiares y potentes a nivel visual. También podemos escuchar al bueno de David Bowie en más de una ocasión, remitiéndonos directamente al éxito que este tenía en los 80 y en una de sus múltiples fases artísticas y evolutivas.
Además, tan solo hacen falta 50 minutos, es decir, lo que dura el primer episodio para engancharse de forma irreversible y «papearse» la primera temporada en cuestión de horas.
En definitiva, viviendo en la época en la que vivimos parece muy sencillo olvidar que un día todos fuimos niños en busca de aventuras y respaldados por compañeros inesperables y que ahora ya no están (en muchos de los casos) a nuestro lado. «Stranger Things» nos lleva de la mano a un universo que creíamos olvidado, que ha sido muy poco usado en los últimos veinte años en la gran o pequeña pantalla y que, inesperadamente, ha conseguido que encontrásemos en el fondo de nosotros mismos algo que creíamos perdido y que habíamos olvidado por completo.
Estos de Netflix saben cómo hacer series y parece que, al menos esta vez, han dado con la fórmula exacta para hacernos delirar por sus historias, personajes y misterios. Eso sí, son muchos los enigmas que la serie guarda y que, por suerte para nosotros, los amantes de «Stranger Things», tratarán de resolver en una segunda temporada que todavía no tiene fecha de estreno. Eso sí, será en 2017.
¡Como dicen nuestros amigos Mike y Lucas, cambio y corto!