La producción de la AMC que comenzó hace ya seis años (madre mía cómo pasa el tiempo) ha suscitado a lo largo de su largo recorrido todo tipo de opiniones. A los fans de las películas de zombies les parece demasiado light y a los seguidores de las cintas de supervivencia, thriller y suspense les desespera lo lenta y soporífera que puede llegar a ser. Aunque pensándolo bien, esto último a casi todos los espectadores de la serie, entre los cuales me incluyo.
Tras el comienzo de la temporada más cruda e inquietante que hayamos visto en la historia de TWD la audiencia ha bajado significativamente. No me extraña si echamos un ojo a los capítulos que preceden el primero episodio. Probablemente la gente esperaba más. Ya sabéis, más de 6 meses de hype esperando y de repente, tras 50 minutos de acción e incertidumbre volvemos a las andadas de los guionistas: deconstrucción e introspección de los personajes y de sus conflictos (aunque espera, ¿eso no lleva siendo así casi 6 temporadas?). Muchos esperaban bates reventando cráneos o zombies devorando bastiones de supervivientes pero nada de eso. TWD es una serie «realista» dentro del universo de ficción al que pertenece y eso es lo que hace que tenga tanto seguidores como detractores. Por eso se lo podemos perdonar casi todo.
A diferencia de otras producciones, todo ocurre en el momento justo en el que ocurriría en la realidad. Los personajes no son forzados a cometer sus acciones, si no que actúan de una forma natural como la vida misma. Lo que quiero decir es que, en realidad, no son manipulados y estirados por los guionistas hasta decir basta y perder la coherencia argumental. Todo lo que sucede en TWD podría ocurrir en la vida real si un apocalipsis zombie sumiera el planeta en la oscuridad: Imperaría la ley del más fuerte y la verdadera amenaza, una vez estudiado el modus operandi de los zombies, sería el propio ser humano.
El poder es lo que realmente mueve montañas en la serie y el nuevo enemigo que afrontan nuestros protagonistas goza de este en cantidades megalíticas.
Me gusta TWD porque no se permite licencias de guion ni «flipadas» argumentales para conseguir más audiencia o provocar un morbo barato y hollywoodiense. Esta serie se ciñe a su propio universo, a la vida misma. Es por ello que no estamos viendo sangre en cada capítulo, que no estamos viendo cráneos despedazados contra el suelo o acción trepidante cada dos por tres. Porque en la vida real no sería así, tendríamos una de cal y dos de arena.
Nos guste más o menos es el universo que AMC ha elegido para la serie, es su forma de sobrevivir al paso del tiempo y no aburrir con historias trilladas sobre zombies.
Pocos personajes evolucionan tan bien y coherentemente como los de TWD, y eso es algo muy a tener en cuenta hoy en día con la gran cantidad de series y películas que olvidan por completo el dotar a sus protagonistas de vida propia y no ser meras marionetas en manos de un comité de superproducción.
Si bien es cierto que echamos en falta estar pegados a la pantalla sin poder quitarle ojo, esa transición y el hecho de centrarse en los personajes exhaustivamente es lo que hace que nos comamos lo que sucede con patatas por muy densa que pueda llegar a resultar por momentos.
Hay gustos para todo pero una cosa está clara: Si esperas acción a raudales esta no es tu serie. TWD es clasificable como una producción psicológica y de suspense con tintes de acción blockbuster, nada más.
Es por ello que encanta a tantos como desespera a otros.
Con sus pros y contras es una de las series más influyentes de los últimos años y por algo será…
¿Y a ti, te apasionan los zombies tanto como los secretos que esconden?