La serie de la que todo el mundo se hace eco tenía que pasar por el blog. Supongo que si no habéis visto The End of the Fucking World, os sonará, la tendréis pendiente o al menos el amigo o amiga pesado de turno os habrá dicho que la veáis.
Lo primero que hay que decir es que esta serie es una segunda adaptación, tras un corto llamado TEOTFW (se quedó con las siglas). Éste a su vez procede de una novela gráfica de Charles “Chuck” Forsman. La serie tiene una estructura de road movie/cine negro/comedia negra.
The End of the Fucking World es la historia de dos adolescentes desubicados. Básicamente. Me imagino al creador de la serie en el Pitching de Netflix soltando esta frase como sinopsis de su serie. Miradas de aburrimiento. “Esto ya nos lo sabemos Johnny” (me imagino que le dirían a Johnathan Entwistle). “No, ¡pero esta vez es diferente!”, continuaría él. “Odian a todo el mundo y sus referentes paternos son ridículos”. Silencio por parte de la gente de Netflix. “Y se escapan juntos de casa” “Johnny colega, no te ofendas pero…”.”¡Él cree que es un psicópata pero ella está aún más loca todavía!” saltaría Johnny.
Supongo que entonces empezarían a hablar en serio. Porque sí, The End of the Fucking World es la historia de dos adolescentes desubicados, pero al fin y al cabo esa reducción al absurdo dejaría de lado mucha de la gracia que hace que tu amigo esté tan pesado con que la veas.
Sin embargo yo tengo algunos peros. Si la serie te encanta seguramente lo que leas a continuación no te guste demasiado, sin embargo me veo en la obligación moral de ser honesta y decir lo que pienso. Y lo que pienso no va precisamente de la mano con la ola que todo el mundo le está haciendo.
James (Alex Lawther) está convencido de que es un psicópata, porque a los 6 años metió la mano en la freidora buscando “sentir algo” y desde los 8 lleva matando animales en el bosque. Lleva tiempo queriendo matar “algo mas grande” es decir, una persona. Así que cuando la loca del instituto (Alyssa) se le acerca y “liga” con él, él se deja y se convierten en novios. Ella solo busca transgredir y el una víctima a mano.
Primer pero. James parece un chico listo, dice que no quiere matar a nadie del instituto porque si mata a alguien de su entorno lo van a pillar fácilmente. Sin embargo le parece súper buena idea cargarse a su novia. Claro, un vínculo mucho menos evidente James. Encima se espera a pocos días antes de cumplir 18 para decidirse, con lo que sería juzgado como adulto. Buen trabajo James, lo tienes todo bien atado.
Por otro lado esta Alyssa (Jessica Barden). Sí, claro que Alyssa me cae bien, es una chica que hace en cada momento exactamente lo que le da la gana, literalmente va por donde le sople el viento en cada momento. Aunque casi nunca su diálogo interior corresponde con sus acciones (lo mismo le pasa a James) esto se achaca a la psicología naturalmente cambiante y caótica de sus espíritus adolescentes, rebeldes y enfadados con el mundo y con sus referentes paternos desastrosos, patéticos, nulos o directamente ausentes contra los que se enfrentan. Sin embargo el personaje de Alyssa me parece tan sumamente outsider que me hace aguas y se me queda plano.
Como no quiero hacer spoilers no voy a seguir mucho mas con este destripamiento. Sin embargo no todo iba a ser malo. Si algo me sorprendió para bien y me hizo esbozar una mueca de satisfacción no es la representación de los adultos como incompetentes, cobardes o directamente imbéciles (que también). Ni la entrañable “pareja” de policías. No.
Fue la música. La música de la serie es sin duda alguna su punto fuerte. Pero fuerte de verdad, crea su propio contrapunto, acompaña los sentimientos o las acciones de los personajes (lo cual no suele coincidir) y esto hace que pueda crear tanto una perfecta armonía como una irónica contradicción, a la vez que por dentro piensas “ostias, que temazo”.
Conclusión: Dale una oportunidad, supera los dos primeros capítulos (que a mi me costó) y quizá tú empieces a ser ese amigo pesado.