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Sing Street. The Cure y Duran Duran se dan la mano.

Sing Street es amor y música. Y amor por la música. Y por una chica. Que desata un amor aún mayor por la música. Sing Street es magia, resumiendo.
John Carney (Once, Begin Again) vuelve a las calles de su Dublín natal para personificarse a sí mismo en su protagonista Conor (alias Cosmo) y dibujar una autobiografía de su relación adolescente con la música de los 80.

Es 1985, Conor es el hermano mediano de una familia desestructurada y cada vez más pobre que ve como a su alrededor Dublín se cae en pedazos y los grandes transatlánticos de irlandeses como él salen a diario rumbo a Reino Unido en busca de una vida mejor. Su familia no está mejor parada, emocionalmente rota por la inminente separación de sus padres y económicamente cada vez más hundida, Conor se ve obligado a cambiar a un colegio público en el que empezar de cero. Es ahí donde una chica y un matón se convierten en catalizador de que, sin un especial interés por la música, Conor funde una banda, Sing Street.
La secuencia de presentación merece mención especial. Me parece brillante como se dibuja el carácter y el entorno de Conor al llegar a la nueva escuela. Mientras suena “Stay clean” de Motörhead los compañeros de Conor juegan en el patio a tirarse una rata muerta, y una vez dentro del aula, el cura que tenía que estar dando francés da latín mientras bebe de una petaca. Una secuencia de presentación que además de cumplir a la perfección con su cometido me parece memorable a nivel de calidad y perspicacia de sus elementos.

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EL matiz entre tierno y serio que respira la película hace un adobo perfecto entre su joven casting. El humor juega tanto con elementos oscuros del imaginario irlandés, como la referencia al alcoholismo del padre del guitarrista (desde la inocencia de un niño) como con otros mucho más inesperados, como la obsesión por los conejos del guitarrista o la escena en la que la madre de éste le pone pilas al vibrador mientras los niños ensayan en el salón. Es una película en la que las figuras paternales aparecen solo para demostrar lo poco válidos que son y lo reprobable de sus comportamientos (infidelidades, alcoholismo, violencia…) La figura más parecida a un padre o un mentor es el hermano de Conor, que se convierte en su confidente y su consejero, y que finalmente supera su sensación de fracaso y se ve realizado a través de su hermano pequeño.
Gracias en gran parte a su hermano mayor, Conor va experimentando las distintas vertientes musicales más fuertes de los 80 (lo cual es una excusa perfecta para una banda sonora a la altura) y va adaptando su estilo personal y su look individual según pasa de una a otra. Se puede observar como poco a poco Conor se convierte en un verdadero artista y, de ser influido por lo que le rodea, pasa a ser el influyente del resto del grupo, los demás también adaptan sus estilos a su rebufo y su actitud evoluciona volviéndose más valiente y más seguro de sí mismo. Su crecimiento se estimula a través de la música y es la que hace que el personaje se haga cada vez más fuerte. Además de que la banda sonora es todo un viaje en el tiempo (en ella participó el mismísimo Bono) y hace que sientas algo parecido a cuando ves Stranger Things, los videoclips que se marcan los chavales son sencillamente brutales.

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Sing Street ha hecho que sienta tal identificación con el personaje que al acabar la hora y tres cuartos de metraje, no podía evitar tener una sonrisa en la cara. Conor empieza siendo un niño desubicado en un mundo que se desmorona y acaba siendo un valiente que lo arriesga todo por su sueño de ser una banda de música de verdad. Creo que cualquiera que haya sido músico, o haya pasado horas con un amigo componiendo, o haya suspendido un examen porque durante las horas en las que debería haber estudiado estaba en un momento de inspiración, o simplemente ha tenido un sueño, se ha enamorado, o haya pisado alguna vez un escenario, podrá disfrutar como yo lo he hecho con esta maravillosa fábula.

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