Descubrí el folk punk siendo aún adolescente de la mano de grupos como The Real McKenzies, Flatfoot 56 o Flogging Molly, pero siempre hubo uno de ellos que tuve por encima de todos ellos, y ayer por la noche volvían a Madrid tras cinco años sin aparecer por la capital. Dropkick Murphys volvían, dos discos después, acompañados de uno de mis grandes amores de los últimos años, Frank Turner, nuestros Rude Pride y Jesse Ahern a una velada que prometía ser una de las grandes del año.
Eran las siete de la tarde cuando arrancaba el cantautor Jesse Ahern con un público bastante escaso que apenas le conocía, aunque poco a poco, acompañado tan solo de una guitarra y con bastante simpatía y buen rollo, se fue ganando a las pocas almas que ya andábamos en Vistalegre. Y fue por el mismo, ya que la sonorización del pabellón no le acompañó en absoluto, punto que se repitió en absolutamente todos los conciertos que precederían este. Supongo que el técnico de sonido estaba en el baño, porque era imposible no escuchar el auténtico desfase entre los volúmenes de voz y guitarra.

Tras Jesse Ahern, salieron los locales Rude Pride a caldear el ambiente. En este punto el pabellón estaba bastante más lleno, y el público madrileño les arropó como se merecen. Empezaron con la ya tradicional intro y «Hated & Rejected», canción con la que se abrió el primer pit de la noche. El concierto se desarrolló con la energía que siempre dan sobre el escenario, con Miguel bajando al foso en repetidas ocasiones para cantar con el público, sonando himnos como «Flag of Fire», «Once Again», o «Screaming Oi!». De nuevo, el sonido fue lamentable, siendo prácticamente inentendible la voz principal, que sonaba frecuentemente por debajo de los coros de la batería, aunque en este punto, el público no tuvo nada que reprochar al grupo, que se fueron ovacionados de uno de los que parece que serán sus últimos conciertos.

El último en saltar al ring antes de dar paso a la velada principal de la noche fue Frank Turner, que venía sin banda, acompañado únicamente de su guitarra y de su ya conocida simpatía. Si bien ciertos medios supuestamente especializados han dejado caer que hubo caras extrañas en el público en la sala o incluso desde la publicación del cartel por el estilo mucho más amable y sosegado de Frank Turner respecto a Rude Pride o Dropkick Murphys, cabe decir que no solo hemos visto este mismo concierto en Madrid en febrero de 2013 (un abrazo a los damnificados por el huracán Google), sino que además Frank Turner era para muchos el principal atractivo de la noche, y no defraudo.
Frank hizo un setlist corto de diez temas, que arrancó con «If Ever I Stray», metiéndose en al público en el bolsillo, para seguir con uno de sus ya himnos «1933» de su disco Be More Kind de 2018, el cual ya se ha metido de lleno entre los favoritos de muchos de nosotros. Frank tiene esa capacidad de caer simpático y ganarse a la gente de una manera asombrosa, y conmigo no iba a ser menos y fue ya con «Four Simple Words» cuando el público empezó a seguirle absolutamente todo. Seguido de esto, tuvo un momento de pausa en la que hizo gala de llevar 2044 conciertos, y que no se le ocurría mejor lugar para celebrarlo que en Madrid, y acto seguido empezó con «The Road», seguida de «Recovery», tema que lleva desde 2017 sacando sonrisas a todos, y el público del Palacio Vistalegre no iba a ser menos en este sentido, y más cuando terminó y arrancó con «Be More Kind».

El concierto lo cerraron los temas «Jinny Bingham’s Ghost», «Photosyntethis», «Get Better» y «Still Believe», dejando un gran sabor de boca a todos los que estábamos pasmados viendo, aplaudiendo y cantando absolutamente todo. Sin ninguna duda, Frank Turner es un sinónimo de buen rollo y calidad en directo, de nuevo empañada por el sonido del palacio Vistalegre, así que larga vida a este señor y su guitarra.
Media hora después arrancó Dropkick Murphys a escenario tapado con su introducción “The Lonesome Boatman”, cuando Ken Casey, ya sin su bajo, y Al Barr salieron al escenario a animar al público antes de que se callera el telón y se viera la tremenda escenografía que tenían montada junto con el inicio de “The Boys Are Back”. El público ya estaba dentro del bote, y el pit no paro desde este tema hasta el final en una espiral de bailes, gritos y canciones coreadas.A este tema le siguió “Rebels with a cause”, también de su último trabajo 11 Short Stories of Pain & Glory, junto con “The Fighting 69th” y “Blood”, haciendo muestra de unos juegos de luces absolutamente geniales, además estar constantemente en movimiento, interaccionando con el público gracias a unas tarimas que habían instalado y disfrutando enormemente del show que estaban dando.

Después de este bloque empezó a sonar el gran inicio de “Prisioner’s Song” con todo su ambiente folk, seguida de “Sunday Hardcore Matinee”, que acompañado de las luces verdes crearon un ambiente en el pit que invitaba a agarrar una cerveza y abrirse pasos a empujones hasta el escenario. Hasta aquí, y llegando hasta el final del concierto, de nuevo el sonido era pésimo, y viendo el show que se estaban marcando los de Massachusetts algo quedaba claro: había que matar al técnico de sonido y ponerle una estatua al de luces.
Entonces, el ambiente más hooligan invadió la sala con el “You´ll never walk alone” canción del musical “Carousel” que ha sido interpretada por muchos de los grandes de la historia de la música y estrechamente ligada al mundo del fútbol, siendo adoptada por multitud de equipos como himno o cántico habitual, entre los que destacan Liverpool, Celtic de Glasgow o St. Pauli, creando un ambiente de hermandad en el que todo el mundo acabó coreando este tema, al que precedieron “First Class Loser”, “Baroon Hero”, uno de sus clásicos más aclamados, y la versión “I Fought The Law” de The Clash.

Aquí fue cuando empezaron a sonar temas del “Warriors Code” con “Your Spirits Alive”, en la cual se montó un tremendo circle pit en el cual pudimos ver a un chaval disfrazado de Spider Man haciendo stage diving que tuvo su momento de gloria. A este tema le siguió “God Willing”, y una batería de clásicos con “Amazing Grace”, “Citizen C.I.A”, “Caught in the Jar”, y la tradicional irlandesa antireclutamiento y antibelicista “Jhonny I Hardly Knew Ya”, cerrando este bloque con “Paying my way” de su último trabajo.
Y este fue el momento en el que presentaron su tema, aún inédito “Smash it up” que estará incluido dentro de su próximo trabajo y que serán publicadas el próximo 31 de enero, en el que también estará incluido el tema “The Bonny”, cover del escoces Gerry Cinnamon, que también tocaron en directo con una buena acogida por parte del público. Sabíamos que se acercaba el final cuando empezó a sonar su ya clásico “The State of Massachusetts”, haciendo que la sala cantara como una sola persona con ellos y demostrando de nuevo la tremenda máquina de directo que son, seguida de “Out of our heads” y “Going out in style”, haciendo un amago de recogida.

De nuevo, el técnico de luces nos volvía a sorprender volviendo roja la sala, momento en el cual Dropkick Murphys volvía al escenario para interpretar su traca final con “Rose Tattoo”, “I’m Shipping up to Boston” y cerrar el concierto con “Until the Next Time”, con invasión de escenario incluida, tras la cual estuvieron cerca de 10 minutos fotografiándose con la gente, regalando púas y firmando merchandising encima del escenario, dejando ver que, a pesar de las dimensiones de la banda, aún no han perdido la humildad y la pasión por subirse a un escenario.
Durante todo el concierto se mostraron cerca del público, interactuando constantemente y dando constantes muestras de gratitud, haciendo que muchos de nosotros les respetemos más si cabe, y demostrando que al final, todo es cuestión de actitud. ¡Larga vida al folk! ¡Larga vida a Dropkick Murphys!