1997. Tardes de junio calurosas en el norte de Extremadura. Últimos días de Instituto. Hambre por descubrir música nueva. Devil Came to Me sonaba en bucle en la minicadena de mi habitación. Primero en una cinta que me había servido para grabar de radio 3 la canción que sonaba en todas partes, y después ya en el cd que me compré apresuradamente en Tipo. Ventanas abiertas, vecinos flipando, y mi hermano pequeño y mi abuela aprendiéndose la melodía forzosamente. Así pasaban las horas previas al mejor verano de mi vida.
21 de abril de 2022. Veinticinco años después de que Devil Came to Me, el álbum que cambió la historia de la música alternativa de este país, viera la luz, suena en mi tocadiscos. Las sensaciones al escuchar himnos como «Loli Jackson» o «Serenade» no han cambiado. La vida sí, pero da igual. Basta con poner Dover y volver a esas tardes de calor extremeñas. A esas ganas por comerse el mundo con «Rain of the Times» de banda sonora.
Devil Came to Me, un disco que se grabó en veinte días y que costó ochenta mil pesetas, es el álbum al que más cariño tengo del mundo. Y posiblemente ese que me cambió la vida. Llegó cuando Oasis, Blur y unos jóvenes Australian Blonde eran mis grupos de cabecera, y supuso un paso adelante en mis gustos musicales. En el aquel momento no era consciente pero, cortes como «La Monja Mellada» o «Push» abrieron las puertas para que hoy en día tenga los gustos que tengo y sea como soy.
No creo que haga falta escribir una reseña al uso de este disco. Todas y todos sabemos a qué suena y a dónde nos transporta. Aún a día de hoy, no puedo evitar mover la cabeza cuando «Judas» cambia de ritmo. Tampoco puedo dejar de cantar de pe a pa la letra de «Loli Jackson» suene dónde y cuándo suene. Y me es imposible no disfrutar de la preciosa voz de Cristina en «Sick Girl».
Siempre habrá un antes y un después de Devil Came to Me. Para Dover como grupo, para la música, y para todas nosotras y nosotros. A pesar de ir contracorriente, de cantar en inglés, de no ser conscientes de lo que estaba pasando, hubo un tiempo en el que Dover fueron los amos del mundo. El grupo que movió a toda una generación, y una banda que fue capaz de bajar a la misma velocidad que subió. Es por eso quizá, que haber vivido esa subida sabe aún mejor.
Dicen que somos lo que escuchamos. Yo tengo bastante claro que soy el último minuto de «Loli Jackson», el «oh oohhh oooooh oh oh oh» de «Serenade» y el «I lied for you» de «Devil Came to Me». Soy este disco por encima de todos los de mi colección y, por eso, esta reseña es especial. Muchas felicidades Dover, vuestro diablo lleva visitándome nada y más y nada menos que veinticinco años. Y los que quedan.