Cada día que pasa tengo más claro que las etiquetas en el mundo de la música son casi tan molestas e innecesarias como esas de las camisetas de manga corta. Esas que te pican en la región entre la nuca y la espalda y que acabas cortando sin ningún tipo de remordimiento.
En caso de tener que aplicar alguna distinción entre tipos de música, yo me decantaría por distinguir entre buena música y mala música, pero aún así, nadie tiene la competencia absoluta de poder hacer una clasificación objetiva e irrefutable.
Si existe una posible definición de lo que es buena música, yo siempre he pensando que es esa que adaptándola a otro géneros, sigue siendo una obra de arte. Lo que viene siendo un «aunque la mona se vista de seda…» pero a la inversa. Y antes de ayer, encontré la enésima prueba en la que poder sustentar mi personal hipótesis; Bobby Ramone y su primer trabajo Rocket to Kingston.
Necesité medio minuto para entender que este proyecto de fusión entre distintos (en lo que a géneros se refiere) pero iguales (en lo que suponen para la historia de la música) es simplemente alucinante. Escuchar temas de Bob Marley interpretados al estilo de los Ramones puede parecer una guarrindongada musical, pero está riquísima. Solo hace falta escuchar los treinta segundos de «I Don’t Wanna Stand Up» (sí, los títulos de las canciones también son resultado de una perfecta dicotomía) para darse cuenta del flow – el duende de toda la vida – que hay en este disco.
El disco contiene diez clásicos de Marley aderezados con ritmos punk y chupas de cuero; «Today One Love, Tomorrow the World», «Three Little Surfing’ Birds» o la espídica «Kaya Bop» harán las delicias de los seguidores de cualquiera de estos dos gigantes de la historia de la música. Pero aquellos que no sean muy duchos ni en Marley ni en los Ramones, también se quedarán con la boca abierta cuando escuchen la increíble versión de «Is This Love» en «Is This Love Kills» o el corte que cierra – de manera más calmada de la que en su día hiciera No Use For a Name – el disco «Bye Bye Redemption». Precioso.
Conclusión: Estamos ante una verdadera joya musical que dejará boquiabierto a todo aquel que lo escuche. Bobby Ramone resucita a dos iconos de la música para unirlos como nunca antes habríamos imaginado. Como bien dijo un amigo seguidor del blog, Rocket to Kingston es «como ponerle un helado de vainilla a una torrija». ¡Qué aproveche!