«No hay que encasillarse en un estilo», «los grupos deben evolucionar», «no es bueno tener un sonido característico» … Si estás de acuerdo con frases como estas, siéntate, ponte cómodo y sigue leyendo. Si no lo estás, no te vayas, quizás aprendas algo nuevo. Los Beatsteaks, el grupo con más flow de toda la escena, están de vuelta y eso siempre es motivo de celebración. Los de Berlín vuelven 3 años después de que lanzaran su anterior Lp, BoomBox. En estos años, el grupo ha tenido tiempo suficiente para seguir dando la enésima vuelta de tuerca a su sonido y hasta han grabado un directo, Muffensausen (2013).
Tal vez sea por que amo la ciudad de Berlín, tal vez porque amo a los Beatsteaks, o tal vez por ambas cosas, pero el caso es que veo una similitud inmensa entre el sonido actual del grupo y la ciudad germana. El grupo nos ofrece lo mismo que la ciudad: variedad y calidad a partes iguales. Este nuevo trabajo te puede trasladar a cualquier parte de Berlín. Al escucharlo puedes imaginarte en un antro punk de Kreuzberg, en un pequeño, alternativo y coqueto bar de Ostkreuz o incluso en una sala fashion de Mitte. Esa es la grandeza de este álbum y de este grupo.
Es cierto que se ha ido perdiendo esa energía y esa furia que a todos sorprendió con sus primeros trabajos, pero la evolución siempre ha tenido cabida en esta banda, y esto ha hecho que se convierta en una banda culto para miles de alemanes que disfrutan en cada uno de sus conciertos. El estallido general vino con Smacksmash (2004) y lejos de quemar la fórmula mágica, acomodarse y vivir del cuento, el grupo ha seguido experimentando con resultados más que positivos.
El disco empieza con ese toque sucio que el grupo también maneja. «A Real Paradise» no sería la canción escogida para abrir un disco casi por ningún otro grupo, pero Beatsteaks van de frente y no tienen complejos. Después de digerir semejante entrada, llega «DNA» uno de los cortes más positivos y pegadizos de todo este nuevo trabajo. Imposible no disfrutar con su ritmo, sus coros y su energía. «Be Smart And Breath» tiene un toque de rock sueco que me vuelve loco. A partir de este corte, la distorsión va hacerse a un lado, dejando paso a miles de arreglos musicales que hacen de este disco una delicia para nuestros oídos. La voz Arnim nos da una clase de como empastar con todo tipos de estilos. La prueba la tenemos en «Everything Went Black» con claros tintes disco de los 60 o en «Up On The Roof» donde la batería y las guitarras juegan con los registros del vocalista.
En la segunda mitad del disco nos encontramos con su primer (y soprendente) single: «Gentleman Of The Year» canción que me recuerda en cierto modo a unos Red Hot Chilli Peppers de antaño, pero con toque disco. Incluso el videoclip me trae esos recuerdos. Pegadiza 100%, a mi me conquistó a la segunda. A buen seguro que es una de las fijas en la noche berlinesa (se aceptan apuestas). La fuerza y la garra que este grupo tenía en sus orígenes (y que a día de hoy demuestran en sus conciertos) se plasma en «Wicked Witch» tema que contrasta sobremanera con su sucesor, «Creep Magnet», un precioso, cuidado y mimado medio tiempo que telonea al último corte del disco, «I Never Was», claro ejemplo del sonido actual de la banda.
Resumiendo, otro trabajo acertado de los chicos más majos y educados (lo primero que se oye en el disco es «good morning» y lo último «good night») de Berlín. El grupo demuestra que puede atreverse con casi todo tipo de estilos y registros sin miedo a perder público ya que, todo lo que hacen, lo hacen bien. Ahora toca cruzar los dedos y esperar a que se pasen por aquí a presentar este homónimo y a hacernos disfrutar de un directo sin igual. A ver si hay suerte!