Mi relación con los directos de Desakato podría definirse cómo ese último cercanías de las 00:20, como el examen de recuperación final de junio, o como la Kelly Kapowsky de Salvados por la Campana. Decenas de veces quise verlos, y siempre pasó algo que me impidió a hacerlo. Hasta el sábado pasado. Sobre la bocina.
El 11 del 11 de 2023 no pasará a la historia por habernos hecho millonarios con el extra de la O.N.C.E., pero sí por el día en el que una de las bandas más humildes, currantes y queridas del panorama alternativo nacional colgaba las botas. Y lo hicieron como ellos saben; a lo grande y con el cartel de «no hay billetes» en un Wizink que fue una olla a presión cargada de todo tipo de sentimientos.
Ya desde los aledaños se palpaba un ambiente de noche grande. Bares con hilo musical de los de Llanera y abarrotados, camisetas y sudaderas de Animales Hambrientos caminando alredor del Wizink, y buen rollo. Mucho buen rollo.
Para la ocasión, el grupo había contado con la participación de Bellvitge y Smoking Souls. Fue tan solo a estos últimos a los que pude escuchar un para de canciones debido a una previa íntima pero intensa.
Puntuales a una cita que, a buen seguro, les traía una mezcla de sentimientos inmensa, Desakato hizo acto de presencia. Directos, al grano, sin rodeos. Al igual que el público que abarrotaba la pista (donde no cabía un alfiler) y el primer anillo de la grada. Entregados desde el segundo cero. La banda decidió abrir con «Cuando Salga el Sol», y el antiguo Palacio de los Deportes se iluminó a las 22.00 de la noche en pleno noviembre.
Desde mi perspectiva podía ver tres/cuatro pogos haciéndose hueco al ritmo de la música. También muchas banderas asturianas, y sonrisas en las caras (y alguna que otra lágrima). Y aquello no había hecho más que empezar. «Tiempo de Cobardes» y «Contra la Pared» prepararon el camino para «Octubres Rotos», tema que desató la auténtica locura.
Es bien sabido que los directos son uno de los puntos fuertes de Desakato, una banda cercana, sincera y que sabe conectar con su público a la perfección. Suponeos pues, qué tipo de conexión existió el sábado pasado con tremendo contexto. Pablo explicó que tenía muchas cosas que decir, pero que iba a ser complicado hacerlo. Todas y todos lo entendimos. También expuso que se habían planteado la opción de llevar colaboraciones, pero que querían que esa noche fuera lo más intima posible. Sin embargo, quién no faltó sobre el escenario fue Nano, para cantar «Fríu de Xineru», reivindicar la lengua asturiana, y ponernos el primer nudo en la garganta de la noche.
Después sonaron «Salvajes» o «Animales Hambrientos» y el nudo se tornó en pasión, fuerza y locura. El sonido de la banda fue impecable, así como la colaboración bajo el escenario. Las voces de los allí presentes acompañarán a Desakato toda su vida. Estoy seguro.
Uno de los momentos donde el público más se hizo notar fue en «Cada Vez», y ese principio que pone la piel de gallina. Cantando a capela, los asistentes también tiraron de móvil para dejar una de las fotografías más bellas de la velada. A partir de ahí, Pepo dejó claro que quedaba poco, que el concierto encaraba la recta final y que había que disfrutarlo.
Fue entonces cuando «La Cura» puso de nuevo el Wizink pata arribas. Pero es que también lo puso «La Ira de los Hambrientos», y cómo no, mi tema favorito, «La Tormenta». Una delicia poder escuchar sus canciones por fin en directo. Lástima que mis ganas de más se vayan a quedar en eso. En ganas.
Desakato cerró con «Fueu y Solombres» y «Pánico en Frankfurt» ante la mirada atónita de aquellas y aquellos que veían como su grupo les cantaba por última vez. Luces encendidas y miradas hacia el infitino. Un abrazo eterno físico entre la banda y su equipo, y alegórico entre Desakato y su público sirvió de despedida.
Así es como por fin pude ver a Desakato, y cómo pude llegar a tiempo para que mi garganta y mis palmas les hicieran saber que, aún habiendo faltado (yo) a otras citas, me han acompañado durante estos últimos años. Gracias Desakato, ojalá muchos grupos fueran como vosotros.