in ,

Tarde Para La Ira. Temed La Ira De Un Hombre Tranquilo

Tarde para la ira es la ópera prima del hasta ahora actor Raúl Arévalo. Quizá lo reconozcas por ser uno de los tres simpáticos protagonistas de Primos (Daniel Sanchez Arévalo, 2011) o por La gran familia española (Daniel Sanchez Arévalo, 2013) o por otra reciente comedia Las ovejas no pierden el tren (Álvaro Fernández Armero, 2014). Pero más allá de su trabajo como actor, Raúl Arévalo se ha marcado un Clint Eastwood y ha pasado de ser un (buen) actor a un (gran) director. Y solo con una película. Vamos, que la cosa promete.


He de confesar que soy ese tipo de persona que le dicen “tienes que ver esta película, ES ESPAÑOLA” y automáticamente suena un bocinazo en mi cerebro en plan “HUYE”. Es una cosa que me molesta mucho que me pase, pues hay muy buenas películas españolas que ya deberían haberme hecho cambiar de opinión, y de hecho pienso que el cine español tiene verdaderas joyas, por obviar a Mercero o a Erice e ir más a lo contemporáneo, se me ocurren Nadie conoce a nadie (Mateo Gil, 1999) o Los amantes del círculo polar (Julio Medem, 1998) que en su momento me fo**aron la mente. Pero tengo esa reminiscencia ahí que me cuesta sacudirme, le tengo aún colgado el san Benito de “tetas y caspa” al cine estatal.

En los últimos años ciertas películas de género han destacado en este país. Hacer cine de género de calidad y sin caer en los clichés de “la España cañí” parecía un imposible hasta ahora. La isla mínima (Alberto Rodríguez, 2014) nos descubrió a todos y todas que se podía hacer un thriller contundente, contenido, con referencias reconocibles por nuestra cultura (no la americana) y tenso como una cuerda de piano (curiosamente, Raúl Arévalo es uno de sus protagonistas). Dicen por ahí , aunque yo aún no la he visto, que No habrá paz para los malvados (Enrique Urbizu, 2011) es otra a destacar.

Pero estamos aquí para hablar de Tarde para la Ira. Perdonadme por divagar. Todo esto venía porque cuando me dijeron “tienes que ver tarde para la ira” contesté “¿esa es española no?” “si” “MEEEEC” (bocinazo cerebral). Luego lo estuve pensando, y aunque no quiere decir nada, me sonaba que le habían dado algún Goya. Y efectivamente, cuatro, incluyendo mejor película y director novel. Así que un día de resaca de este pasado puente pensé “este es el momento perfecto para ver la peli esa española que me habían dicho”.

Cuál fue mi sorpresa al encontrarme semejante peliculón. Tarde para la ira empieza densa, lenta, crispada por una tensión de la que no puedes detectar el origen. ¿De qué se conocen? ¿Por qué actúa de una manera tan forzada, tan poco…relajada? Antonio de la Torre es Jose, el que lleva todo el peso interpretativo de la película dando vida a un hombre que solo tiene un objetivo: La venganza. Nada más es natural, no se permite una sonrisa, un disfrute, relajarse. Porque cada uno de sus movimientos y pestañeos tiene un solo objetivo: hacer justicia.

La película empieza con un plano secuencia que es una firma de estilo que ya impacta de un director novel. El montaje general de la película tiene un corte pausado. Los planos son los justos, no hay una concatenación de planos picados, ni la trama lo necesita, pues el frenesí es interno a la diégesis y son los propios acontecimientos los que construyen el ritmo de la narrativa según suceden. Un principio denso como un pantano desemboca en un ritmo que no necesita de un montaje vertiginoso para darnos una sensación de avance exponencial. Con un super 16mm y cámara mayormente en mano, y siguiendo al máximo los movimientos de los personajes en lugar de hacer planos y planos desde diferentes ángulos, el sabor de Tarde para la ira es de thriller con estilo, con grano y con personalidad.

Se apoya en personajes bien construidos, humanos tridimensionales, con caracteres marcados y verosímiles. Culpables que quieren pasar página y esconder sus vergüenzas, con instintos, con sombras. Interpretados con maestria por todo el elenco y con una dirección francamente buena, Tarde para la Ira recuerda a Peckinpah, incluso a un Tarantino o a un Park Chan-Wook si sus referentes fueran españoles. Es una historia de violencia y venganza como pensaba que solo los coreanos sabían contar.

Mención especial a la escena del gimnasio, tanto a nivel técnico, como interpretativo, suspense en mayúsculas y además hecho con gracia. Y por último mencionar también la escena del encontronazo en el hospital, que hizo que me viniera a la mente la frase que da título a esta crítica y que fue además como tradujeron el título al inglés (aunque yo entonces no lo sabía); la furia del hombre paciente. Que no es más que otra forma de traducir lo que dijo John Dryden, temed la ira de un hombre tranquilo. Temed.

The Flatliners- Inviting Light

True Mountains – Walk