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Road to Río Babel; regreso al pasado

Si nos soléis leer con frecuencia, sabréis que la expresión «regreso al pasado» siempre la usamos con una connotación positiva con la que se nos llena el alma al usarla. Sin embargo, esta vez no tiene ese significado.

La experiencia que tuvimos (y que hemos contrastado con más asistentes) el pasado sábado en la Caja Mágica fue claramente agridulce. Road to Rio Babel pareció ser un ensayo general (poco preparado y en ocasiones dejado) de su hermano mayor. Bastantes recortes y desinformación hicieron que una inmensa mayoría del público no pudiera disfrutar de la calidad de las bandas en su totalidad. Recortar en sonido es algo grave, muy grave. Y a la hora de las críticas, tiene sus consecuencias.

Nuestra jornada comenzó sobre las 16:30 cuando hicimos una cola (muy rápida, por cierto) para acceder al recinto y poder presenciar el concierto de nuestros queridos The Interrupters. Tocar a las 17:20 en España en junio debería estar prohibido. Un sol de justicia y aún así mucha gente dispuesta a disfrutar del concierto. Ellos, como siempre. El buen rollo y la diversión personificados. Un setlist plagado de himnos como «Gave You Everything», «Tittle Holder», o «A Friend Like Me» (la cual tuvo un encore con el público al final del concierto) hizo que el público contara rápido con las banda.

Es cierto que los pogos eran tímidos por el calor y por el anillo del Front Row, gigante y que dejaba poco espacio para el público de a pie delante de la torre de sonido. Aún así, Amy y los suyos tiraron de tablas y, aún con una voz un pelín cansada, The Interrupters hicieron bailar a los presentes con canciones como «In the Mirror», «On a Turntable» o «She Got Arrested». Una vez conquistados, los asistentes lo gozaron con «Bad Guy» y, como no, con «She’s Kerosene», encargada de cerrar el concierto con ovaciones y saludos varios. Nada hacía presagiar lo que estaba por venir.

Tras el concierto tuvimos la oportunidad (por fin) de acercarnos a unas barras donde para nuestra sorpresa se podía pagar en metálico y con tarjeta. No había pulsera, no había tokens y… no había vasos grandes. En unas barras ligeramente libres, tardamos en pedir nuestra primera consumición veinte minutos. Problemas con los datáfonos. Problemas con los barriles de cerveza (a las 18:00 de la tarde). Camareros y camareras sin prisa. El tema consumiciones pintaba regular.

Escuchamos a The Hives de fondo prácticamente en el mismo sitio en el que no haríamos lo propio con Green Day, ¿por qué? – ni idea. El recinto se abarrotó y aquellos que querían presenciar a los de California llevaban ya horas sin moverse. Sin consumir y sin ir al baño. ¿Llevarían pañales? – quién sabe.

Llego el momento más esperado de la noche y «Bohemian Rhapsody» sonaba de manera atronadora. Tras un par más de intros llegó el momento de escuchar a la banda. Y ahí vino la puñalada. No se oía nada. Al menos donde estábamos nosotros. Ni la voz, ni las guitarras, ni la batería. Tan solo se escuchaba de forma perfecta los cañonazos de confeti y fuego. El sonido mientras tocaron Dookie fue simplemente lamentable. También hubo problemas con la pantalla de atrás, la cual parece ser que era levantada por el viento provocando quejas por parte de los asistentes a aquella zona.

La sorpresa fue que cuando la banda se dispuso a tocar el álbum American Idiot, el sonido (al menos la voz) mejoró ligeramente. Curioso. Como anécdota decir que una asistente nos llegó a decir que no habláramos porque nos oía más a nosotros que a Green Day. En un macro concierto. Con 35.0000 personas. Si dos hablaban, no se oía. Ese era el nivel.

Supongo que la actuación del grupo fue muy digna. Tocaron todo y se les veía con energías y ganas. Cambios de escenarios e incluso aviones volando. A destacar que sonara «Brainstew» y «Good Riddance», una pena que el sonido no les hiciera justicia. Nada que objetar a la banda.

Tras dos horas y pico de estabilidad total e intento de hacer oido cual ejercicio de Listening de Cambridge, nos marchamos al escenario pequeño ( anillo que te jodan), a disfrutar de Lagwagon y las cosas a lo antiguo. En el pogo.

Personalmente disfrutamos como niños chicos en las primeras filas chocando manos, dando abrazos y saltando sin parar. Sin embargo, también se comenta que unas filas más atrás…el problema del sonido volvió a aparecer. Muchas versiones alegan que no se oía nada y que sonaba enlatado. Una lástima pues yo suelo temer a Joey a partir de las 0:00, pero le vi con ganas y disfrutón.

Cuando los de Goleta comienzan con «Island of Shame» y «Dis’Chords», sabes que lo van a partir. Pero es que si siguen con «Violins» y «After you my Friend», el resultado es dolor de cuerpo aún a día de hoy. Las primeras filas eran una fiesta, compañerismo y amistad ligados a una misma causa. Sonrisas, golpes y palmas. No sé cuanta gente presenciaría el concierto, pero con los doscientos de las primeras filas, ya se cubría el cupo de energía.

La banda siguió tirando de clásicos; «Alien8», «Making Friends» y «Angry Days» hicieron nuestras delicias. Hubo también tiempo para gratas sorpresas como «E Dagger», «Beer Googles» y «Rifle». El tiempo volaba más que los pies de algunos de los asistentes y, sin darnos cuenta, llegó el turno de la divertida «Razor Burn» y de «May 16» la cual nos hacía saber que la fiesta llegaba a su fin. Y es que el tamaño sí importa. En este caso es mucho mejor el pequeño al grande. Todas y todos lo comprobamos.

Al salir no tuvimos ningún problema reseñable e incluso llegamos al metro. Por lo visto tras el concierto de Green Day la salida no fue tan afortunada. No podemos opinar.

En resumidas cuentas, día divertido de música y amigos. Grandes grupos, pero medianos medios. Y eso es una verdadera pena. Más cuando metes a 35.000 personas a una medía de 100€ por entrada. Creo que todos esperábamos un poco más, pero esto no es cuestión de los grupos. Os leemos.

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