Hace una semana amanecí en Barcelona hecha polvo pero con la felicidad de haber sentido a las leyendas Drive Like Jehu en vivo veintidós años después de su disolución como banda. Habiéndoles visto en un espacio abierto al aire libre no podía dejar escapar la oportunidad de verles en sala, en mi ciudad, una semana más tarde —o sea, el pasado viernes. Y menos mal que fui.
Con una sala llena y lo que todos sabíamos que iba a ser una noche calurosa ahí dentro, los invitados Nueva Vulcano abrían el telón y empezaban su sinfonía. Los de Barcelona salieron contentos, cómodos y arropados por un público sonriente que les hizo los coros y bailó de principio a fin. En los cuarenta minutos largos que duró su actuación, las voces de Artur Estrada (guitarra y voz principal) y Wences Aparicio (bajo y coros) sonaron brillantes y pulieron canciones de su discografía como «Te debo un baile», «Dulce y Ácida», «Hemos hechos cosas» o «El Ataque», en las que la batería de Albert Guàrdia jugó un papel crucial para elevarnos a esa atmósfera de bienestar que crean sus tristes, sentimentales, temas de rock. Para mí fue una lástima no poder disfrutar plenamente de Marc Clos y sus percusiones, vibráfono, cencerro, teclado… que fueron bendecidos por la mala dicha de, a mi parecer, una acústica floja y deficiente que no les brindaba la gracia que merecen estos elementos, de lo más interesante del cuarteto. Una suerte, aún así, que pese a este punto negativo pudiera disfrutar de su directo (era mi primera vez con ellos delante) y corear las frases sueltas de «Reversible» que conozco, final de traca para un aperitivo de lujo.

El segundo acto arrancó eso de las diez y cuarto, cuando los jefes de San Diego capitaneados por Rick Froberg (guitarra y voz principal) y John Reis (guitarra y coros) saltaron al escenario con una audiencia sedienta de ruido, y al arrancar con «Super Unison» y su batería casi marcial paliaron de la mejor forma posible dicha sed. Durante más de una hora de set —incluyendo un parón tras el segundo tercio del concierto—, el cuarteto californiano demostró que su regreso a los escenarios como Drive Like Jehu está más que justificado: tienen aún mucha cera que dar. «Spikes To You», «Sinews», «If It Kills You», «Human Interest», «Here Come The Rome Plow» y «Do You Compute» (estas dos primeras canciones del «Yank Crime» fueron las últimas antes del parón), «Bullet Train To Vegas», «Caress», «Golden Brown» y la indescriptible e icónica «Luau» para cerrar la noche completaron un set interpretado con tal energía y rabia que era imposible estarse quieto —mención especial a John Reis fustigando con su cinturón el traste de su guitarra a dos centímetros del ampli.

Aún habiéndolos visto la semana anterior, escuchar de esta manera el «Yank Crime» casi entero fue una experiencia sobrecogedora, y la mejor forma de comprender cómo pese a haber editado sólo dos álbumes (en 1991 el debut y 1994 el que menciono en la primera línea de este párrafo), Drive Like Jehu se convirtieron en una de las mayores referencias de post-hardcore y noise-rock de la historia. Y no sé muy bien hasta dónde llegará este regreso: no sé si Mark Trombino (batería) se habrá cansado de hacer donuts y producir grupos y querrá chicha de nuevo, si a Mike Kennedy (bajo) le dolerán ya a estas alturas de la vida las manos de aporrear las cuerdas de esa forma tan fina como contundente o quiere más, o si los mencionados Reis y Froberg estarán hartos de ver como las válvulas al aire de sus cabezales se llenan de mierda o quieren revivir ese proyecto que en 1995 vio su fin en pro de sus otras bandas (tampoco voy a quejarme ahora de la existencia de Hot Snakes, por supuesto).

Lo único que realmente tengo claro es que tanto lo vivido en Barcelona como, especialmente, lo vivido en Madrid hace dos días es historia. Un pedacito aunque sea que nos recuerda que la explosión underground de los ’80-’90 en Estados Unidos fue un prodigio, una muestra de talento, de rabia y de ganas de cambiar y saltarse lo establecido…y que por suerte, aún quedan algunos vestigios con dignidad y planta de aquella bomba.
Agradecimientos a mis amigos Daniel Rato por las fotos (como siempre) y Pablo por su ayuda para recopilar el set de orejilla. Sois la bomba.