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De Gira con Bad Religion. Capítulo III: Barcelona

No hay dos sin tres, o al menos eso es lo que dice el refrán. Por lo tanto, dos días después de disfrutar de la gira en Valencia, amanecimos en la Ciudad Condal ansiosos por pisar los cimientos del Poble Espanyol. Un enclave único, que hace que sea esta, la de Barcelona, siempre nuestra fecha favorita.

La subida hacia el recinto se hace siempre con una mezcla entre ilusión y un sufrimiento típico del que encara una etapa de la vuelta España. Cuestas y calor, ese es el peaje que hay que pagar para disfrutar de una tarde/noche épica. Y se hace encantado. Más aún cuando sucede lo que me sucedió el pasado viernes.

Caminando por los aledaños de la sala (y siguiendo un gps más perdido que yo), acabé por la parte superior de los accesos generales. Aún a unos quince minutos, me encontré de repente a Jay Bentley. Le llamé, me saludó, y nos juntamos en un paseo donde estuvimos hablando de música y de la vida cómo lo hacen dos colegas de toda la vida. Al llegar a la puerta nos dimos un abrazo, y cada uno a lo suyo. Gran experiencia por la naturalidad de la misma y por lo espontáneo del momento.

Una vez dentro, la plaza ofrecía un aspecto general bastante poblado. No eran más de las siete, y el banner de Blowfuse ya presidía el escenario. Jugaban en casa, y eso se notaba. Su actitud y sus ganas tapaban el posible cansancio que el grupo seguramente tenía. Un escenario aún más grande que el de las citas anteriores, ofrecía a los catalanes la posibilidad de mostrar su repertorio de caras, gestos, saltos y energía.

(foto: Antonio Linoleum)

El setlist no sufrió variaciones generales, y no vamos a repetirnos. El público estuvo muy entregado y lo dio todo en los grandes hits. Todas y todos los presentes estaban esperando el momento en el que Oscar repitiera la hazaña de saltar desde el escenario al púbico sobrevolando el foso. Esta vez, y mientras sonaba «Radioland», un chaval del público fue el encargado de tal hazaña. Así se cerró otro concierto de diez.

(foto: Antonio Linoleum)

Tras el parón obligado y una vuelta por el precioso enclave, Pulley era los siguientes. El gigante Scott Radinsky hizo aparición en el escenario vistiendo una camiseta con la bandera de Ucrania y llenándolo con su energía y actitud. Comenzaron ofreciendo «Repeat Offender», el corte inicial de su recién estrenado The Golden Life. El público, con muchas ganas respondió a la perfección.

(foto: Antonio Linoleum)

Tampoco hubo muchas variaciones dentro del setlist, mezcla de lo nuevo y lo antiguo, y un concierto que otra vez se me hizo corto. El sonido fue regular, pero claro, la noche anterior tuve la suerte de verlos tocar en una sala pequeña en Zaragoza, y no hay comparación. Creo que el grupo se encuentra más cómodo en ese tipo de shows, pero eso no quita que la banda se vaciara en el escenario del Poble Espanyol. Felices, ilusionados y siempre con una sonrisa. Scott quiso mortalizar el momento y pidió al público que posase para una foto que él mismo sacaría desde el escenario. Han sido tres días viendo a Pulley, incluso entrevistándolos, y solo puedo decir que se han ganado un hueco en mi corazón. Gracias.

(foto: Antonio Linoleum)

Entonces llegó uno de los momentos más delicados (entiéndase la metáfora) de la noche. Yo tenía dudas (muy infundidas) sobre el posible directo de Millencolin (una vez más). La actitud y las ganas con las que los suecos salieron al escenario hicieron que la moneda pareciera caer de cara. Comenzaron con «SOS», «Penguins & Polar Bears» y «Ray». Jugando sobre seguro. El público, muy entregado, tenía claro que había que disfrutar.

Lo cierto es que no se le puede poner ninguna pega a las canciones que integraban el setlist, pero claro, cuando escuchas «Twenty Two» o «Lozin’ Must» a un ritmo propio de un audio de WhatsApp reproducido a velocidad lenta, pues escuece. Entiendo que Nikola no llegue, pero la velocidad de la batería se me clavaba lentamente cual puñal afilado.

(foto: Antonio Linoleum)

El grupo se maneja en otros registros, los fans lo saben, y se lo perdonan, pero contrario a muchas opiniones, yo hubo ratos en los que sentí nostalgia y quizá algo de pena. Es cierto que los temas elegidos para el cierre del concierto empastaban mejor con su ritmo y eso nos dejó con gran sabor de boca, «Pepper», «Mr. Clean» y «No Cigar», demostraron que tal vez no haga falta hacer un concierto perfecto para que la banda nos trasporte a otra época y nos saque una sonrisa, que nunca falla.

(foto: Antonio Linoleum)

Cuando te levantas y el día está despejado, no hay ni una nube, y las temperaturas son suaves, la tormenta te pilla por sorpresa y eso hace que incluso parezca más fuerte si cabe. Pues bien, esto pasó con el inmenso contraste sufrido entre la actuación de Millencolin y la de Suicidal Tendencies.

La locura se apoderó del recinto en tan solo medio minuto. Fue sonar «You Can’t Bring Me Down» y el Poble Espanyol estalló. Inmensos pogos, golpes, y gente cayendo dentro del foso de fotógrafos. Otra historia. La banda, siguiendo la tónica general, no modificó practicamente nada su setlist, pero demostró estar en forma tras varios día de gira.

(foto: Antonio Linoleum)

Es cierto que son muchas las veces que Mike corea en infinidad de ocasiones «ST» o «War» y que es algo ya, desde mi casa, casi que echo de menos después de verlos cuatro veces esta semana. Aún así, el grupo tiene temazos y los tocan: «I Shot the Devil», «Freedumb» o «Subliminal» volvieron a sonar para el gozo del público catalán.

Ver cómo el grupo se mueve de un lado al otro del escenario, cómo se vacían, y cómo lo dan todo es un plus. Su directo es espectacular, y aunque no sea tu estilo o género preferido, son dignos de ver y disfrutar.

(foto: Antonio Linoleum)
(foto: Antonio Linoleum)

¿Cómo se puede saber que Bad Religion está apunto de tocar? – muy fácil, cuando un recinto (sea este el que sea) que está prácticamente lleno, se convierte en un lugar abarrotado. Llegaba el momento y el la plaza del Poble Espanyol era un hervidero. Todas y todos los presentes tenían ganas de poder ver a Bad Religion celebrar su cuarenta aniversario tras dos años de espera. Por fin llegó el momento.

El grupo volvió a repetir setlist, cosa bastante extraña en ellos, pero Jay me comentó en nuestro paseo que se debe a decisiones de Greg. Una lástima. Aún así, escuchar «Generator» e intuir que prácticamente la totalidad del público la está cantando, pone los vellos de punta a cualquiera. Eso mismo sucede con «New Dark Ages», «Punk Rock Song» o «Suffer».

(foto: Antonio Linoleum)

La precisión con la que Bad Religion ejecuta cada tema es asombrosa

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. Encontrar un fallo es misión imposible, y quedarte quieto mientras tocan, más de lo mismo. «Modern Man», «Do What you Want» o «No Control» se cuelan en tus entrañas y te hacen moverte. No se puede evitar.

Poco más que añadir, volvieron a cerrar su clase magistral de punk rock con «American Jesus» y «Fuck Armageddon… This is Hell», y el tiempo voló como nunca. La única pega (ajena a la banda) es la posible presencia de carteristas en las primeras filas que hicieron su agosto robando carteras y móviles. Deleznable. Supongo que no son conscientes de a lo que se exponen en caso de ser pillados en un lugar como es el pit de Bad Religion. Pena que no sucediera.

(foto: Antonio Linoleum)
(foto: Antonio Linoleum)

Hasta aquí la reseña de lo acontecido en El Poble Espanyol de Barcelona el pasado viernes 20 de mayo. Hubo que esperar dos años, pero el punk rock volvió a retumbar en un enclave precioso, cómodo y acogedor. Muchas gracias por cómo nos tratas siempre Barcelona. Volveremos.

De Gira con Bad Religion. Capítulo II: Valencia

De Gira con Bad Religion. Capítulo final; ¿Madrid?