Supongo que la música es, para gran parte de la población de este planeta, una manera más de expresar que seguimos vivos. Desde que naces, las nanas tranquilizarán tus excesos de energía infantil. Celebrarás cada uno de tus cumpleaños soplando velas y escuchando una avergonzante serenata. Entretendrás las excursiones mostrando tus canciones favoritas a quien quiera unirse a tu locura, y darás color al silencio de la biblioteca cuando los exámenes se acercan. Te enamorarás de alguien en torno a una canción compartida, y volverás a esa canción cada vez que te apetezca practicarte el harakiri por algo que no pudo ser. Incluso el día de tu muerte puede que la tierra se abra debajo de ti al son de alguna tonadilla funesta.
Bajo la losa que supone la perspectiva que dan 10 años de historia, podría decirse que Jaio.Musika.Hil me ha acompañado en la década en que más cosas han cambiado dentro y fuera de mí. Desde esta habitación del extrarradio de Madrid echo la vista atrás y veo que la música de Berri Txarrak ha crecido en paralelo a mi interés por este noble arte. Y comprendo ahora, siendo consciente de que jamás podré hacer una interpretación perfectamente correcta de un idioma que no me es nada familiar (pero que cada días es más cercano), que tras esa portada tan sencilla y oscura se ocultan un montón de sentimientos y vivencias que parecían estar relatados en una lengua universal y que han dado color y sentido a un jeroglífico complejo. Cada una de las canciones del disco -excluyendo la conmovedora «Breyten», quizá- podría ser un reto a tu libre interpretación. Pero no engañan los ritmos: cuando la cadencia se desvoca, la rabia florece. Cuando la métrica se suaviza, un cierto aura pesimista se adueña de la consecución de palabras. Aunque como nunca estaremos en la cabeza de sus compositores, no sabemos qué fue primero, si el huevo o la gallina.
Por lo demás, un trabajo muy en la línea de Libre (GOR, 2003), aunque esta vez interpretado en formato de power trío tras la marcha de Aitor. Aunque, por otra parte, más experimental y con una producción más acorde a la trayectoria posterior de la banda. Quizá uno de los discos que más alegrías ha traído a los navarros desde que arrancaran a mediados de los 90’s.
Diez años han pasado ya desde que Jaio.Musika.Hil viera la luz. Diez años desde que me sorprendiera ese par de cambios inesperados en «Zertarako Amestu», desde que intentara emular con un par de bolis esa batería tan personal de «Iparra galdu: hegora joan» o ese redoble tan sencillo y vistoso casi al final de «Oreka». Una década desde que me rompiera el cuello por primera vez ese riff de «Kezkak», o que me volviera loco intentando encontrar el de «Isiltzen Banaiz» en los 22 trastes y 6 cuerdas de mi guitarra. Diez años de, supongo, incomprensible pasión por una música aparentemente incomprensible, a la que afortunadamente el tiempo ha dado la razón.
Berri Txarrak han realizado un mini-gira por gaztetxes recordando este feliz aniversario, y llevando al directo la totalidad del trabajo. La envidia me corroe, espero que se repita en alguna fecha más.
Mientras tanto, seguiremos recorriendo el camino hacia el final de nuestros días con una enfermedad incurable llamada MÚSICA.