La primera vez que vi a Belvedere fue en 2004, cuando vivía en Berlín. Por aquel entonces presentaban el gran Fast Forward Eats the Tape, y éramos unas cincuenta personas en una sala donde apenas nadie se movía. Anoche, dieciocho años después, Steve Rawles demostró seguir siendo feliz haciendo lo que hace. Y haciéndolo muy bien. Varias han sido las veces que los he visto entre esas dos fechas, pero está claro que la de ayer ha sido la más especial.
Llegué a la sala cuando los locales Weak ya habían comenzado, pero me dio tiempo a disfrutar de su directo. La sala gozaba de muy buena entrada y creo que prácticamente nadie que asistió al concierto quiso perdérselos. Sabia decisión. Con un sonido mucho más potente y crudo que en el estudio, Weak se vació en el escenario tocando un punk rock que huele a Florida. Ya expliqué la evolución de su sonido en la reseña de su último trabajo. Evolución que en directo es aún más obvia.

Si bien la parte a la que asistí estuvo prácticamente formada por canciones de su primer Lp, según entraba por la puerta me pareció escuchar “Eternal Sunshine of the Spotless Mind” pero esto puede que sea porque lleva unos días viviendo en mi cabeza. No os fiéis. Lo que sí que sonó fue “The Wheel”, “Parachutes” y “Still Makes no Sense”. Y sonaron a las mil maravillas.
Es cierto que el público estuvo un poco parado, quizá expectante, descubriendo a uno de los grupos con más progresión de la capital, pero las ovaciones eran cerradas entre tema y tema. Personalmente me quedé con ganas de más, y cuento los días para que anuncien un concierto presentación de su recién estrenado segundo larga duración. Espero que sea más pronto que tarde.

Y así fue como llegó el momento de Belvedere. La cercanía y naturalidad de Steve es simplemente increíble. Todo lo que hace lo hace de manera cercana, y se pudo comprobar desde que se subió al escenario a afinar su guitarra y a hablar con el público. Siempre feliz, siempre sonriendo. El show no había empezado y el clima que Belvedere había creado era ya mágico.

El comienzo del concierto fue como una explosión. “Happily Never After”, “Subhuman Nature” y “Three’s a Crowd” encabezaron la lista de temazos. Las primeras filas eran un sumidero de sudor y alegría. El sonido era una apisonadora. Los canadienses también tocaron temas de su ´último disco lanzado el curso pasado y cuando sonó “Elephant March” se hizo la locura.
Otra de las cosas que hizo que el concierto fuera perfecto fue el ambiente. Muchas caras conocidas que hacía tiempo que no veía y mucho guiri de paso que no quiso perderse la cita confluían en las primeras filas movidos por el mismo interés. “Shipment”, “Quicksand” o “Good Grief Retreat” sonaban mientras Steve nos contaba que no podía saltar por una pequeña lesión que si hizo en el tobillo durante la gira. Aún así, en “Closed Doors”, y casi al final del concierto se le vio saltar a la pata coja mostrando la imposibilidad de contenerse. Todo un Grande.

También hubo tiempo para alguna sorpresa como fue la versión de “Do What You Want” (Bad Religion) acelerada y tremenda desatando la locura entre el público. A partir de ahí tocaron “Excuse me, Can I Use This Chair?”, la citada “Closed Doors” y cerraron con la gran “She Sells and Sand Sándwiches”, demostrando que de energía la banda va sobrada. También de felicidad y eso se extrapoló a todas y todos los que estuvimos allí presentes.
Lo de anoche quedará para el recuerdo. Un gran concierto, un gran ambiente y una gran sudada. Hablar con desconocidos a la salida y escuchar que habían disfrutado el concierto como niños me sirvió pero constatar que no fui solo yo el que se sintió dieciocho años más joven. Si aún estáis a tiempo de asistir a las fechas que quedan de esta mini gira, no os lo penséis. Belvedere os van a hacer felices, y eso no se paga con dinero.